Texto curatorial
El arte no ha existido nunca al margen del dinero, pero el relato moderno ha insistido en separar la creación de su dimensión económica. Desde la bohemia del siglo XIX hasta las dinámicas especulativas del mercado contemporáneo, el valor de la obra ha estado ligado a su carga simbólica como a su inserción en circuitos de legitimación y mercado.
Si la modernidad instauró la imagen del genio, alejado de las preocupaciones materiales, la contemporaneidad ha deconstruido esa visión para revelar las contradicciones de un sistema que, mientras exalta la creatividad, somete al artista a condiciones de precariedad estructural. La obra, deja de ser un objeto autónomo para convertirse en un activo dentro de un sistema de inversión, donde el precio se confunde con el reconocimiento. La imagen ya no sólo comunica, también cotiza, circula, se revaloriza.
Mientras que el creador, convertido en un sujeto cuya existencia se justifica en función de su productividad, debe navegar entre la exigencia de una de una autenticidad sin concesiones y la necesidad de adaptarse a un sistema que convierte su trabajo en mercancía. Como señalaba Pierre Bourdieu “la creencia en el valor del arte y de los artistas no es sino el producto de una construcción social”*

Lo que emerge de esta exposición es un retrato de las estructuras invisibles que sostienen, o limitan, la práctica artística en un mundo donde la economía no es un sistema externo, sino un tejido de la cultura. Subyace en la grieta que separa la producción artística del capital, poniendo en cuestión los mecanismos que determinan quién puede crear y quién queda excluido del sistema.
Al reunir distintas miradas en torno a esta problemática, la muestra no busca ofrecer respuestas definitivas, sino abrir un espacio de reflexión sobre la persistente paradoja de un mundo del arte que, aun cuando rechaza su sometimiento al dinero, sigue dependiendo de él.
*Bordieu, P. (1992) Las reglas del arte: Génesis y estructura del campo literario. Barcelona, Anagrama.
Maria Moreno
Recorrido
La exposición propone un recorrido de doble sentido: Ascenso y Retorno. Inspirándose en el mitema del camino del héroe, tan utilizado hoy para ensalzar a personalidades exitosas, el espacio se organiza en tres etapas: Origen, Transformación y Revelación. A través de este viaje, analizamos dos procesos simultáneos de nuestra sociedad.
Por un lado, Ascenso encarna el espíritu positivista sobre la noción de progreso, esa línea recta hacia el futuro. Partiendo de lo terrenal, de nuestras raíces, del Origen, pasamos por un estadio de Transformación para poder alcanzar la Revelación, o triunfo, tanto personal como tecnológico. Una lectura de cómo se ha interpretado la evolución humana hasta nuestra actualidad, esa sucesión de acontecimientos históricos y evoluciones tecnológicas, o del ideal de hombre moderno, movido por la búsqueda de ascenso social.
Por otro lado, Retorno nos invita a hacer el camino inverso. Saturados por un mundo globalizado, hiperconectado y con un nivel de progreso tecnológico abrumador, el individuo busca escapar de todos estos estímulos. Es por eso que toma un camino que parte desde la Revelación, o el culmen del progreso para, a través de la Transformación, poder refugiarse en un mundo donde el tiempo pasa más lento, más conectado con la naturaleza, con la tierra, con nuestro Origen. Si realmente aceptamos que existe una biopolítica, la lentitud se presenta como una forma de resistencia frente al aceleracionismo.